Fue construida para ser utilizada por familias que viven en el paraje conocido como isla El Pillo, pero nunca llegó a ese sitio. De las 11 escuelas del Delta victoriense, sólo tiene embarcación propia la que donó Marcelo Tinelli en 2006.
El jueves 14 de mayo de 2009 el Consejo General de Educación (CGE) botó dos escuelas flotantes que, entonces, iniciaron su marcha hacia sus destinos ya establecidos: una al Arroyo Sepultura, en la zona de las islas Lechiguanas, en el departamento Gualeguay, la Escuela Nº 70 Crucero General Belgrano; la otra, a la isla El Pillo, en el departamento Victoria, la Escuela Nº 37 General José de San Martín.
Las dos estructuras fueron construidas especialmente para la zona de islas. Debieron ser remolcadas hacia sus destinos últimos debido a que ambas carecen de propulsión, aunque tienen un beneficio clave: en caso de inundación o emergencias, el establecimiento no tiene más que ser trasladado al sitio más adecuado, y así dar continuidad al dictado de clases.
Se trata de edificaciones con capacidad, cada una, para 25 alumnos, un camarote para el docente, con baño y con cocina, además de paneles solares que le permiten la provisión de energía eléctrica, y agua potable.
La cubierta principal y la superior se realizaron con chapa de un espesor de 4.75 milímetros y 3 milímetros, respectivamente, con color en ambas caras. En tanto, en la interior se aplicó un aislante térmico-acústico e ignífugo, poliuretano expandido, con un espesor de 10 milímetros.
Claro que la ingeniería no pudo sortear los imponderables de la naturaleza, y los anudamientos de la burocracia: la Escuela Nº 37 nunca alcanzó su destino final, y desde junio de 2009 permanece amarrada en el Puerto de Victoria, en la zona del Club de Pescadores, frente al imponente casino que se levanta sobre una de las colinas que balconea al río.
Sandra Buchardo, secretaria general de la seccional Victoria de la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (Agmer), teme que el anclaje sin tiempo de la escuela flotante derive en la asignación de un nuevo destino, a otra comunidad escolar, en otro lugar del Delta, destino infinito, recóndito, un agujero que se tapa, otro que se destapa.
La situación, si hay que dar un cuadro de situación, es ésta: las últimas inundaciones empujaron a las familias de las islas, y a sus hijos, alumnos de la Escuela Nº 37, hacia otros parajes, lejos de las aguadas, a tierra más firme, y entonces, al parecer, no tendría razón de ser una escuela sin alumnos. Entonces, la escuela quedó ahí, varada, en el Puerto. Sin salir nunca de su amarre provisorio.
“Pero en las islas la realidad es así: cada escuela tiene entre 7 y 12 alumnos, generalmente se trata de una o dos familias, esa es la población que atienden. Nosotros tenemos el temor de que esta escuela pueda tener otro destino, que alguien decida llevarla a otro lugar, y si eso pasa, la perdemos para siempre”, dice la dirigente sindical.
Ese es el temor, y la versión más fuerte que circula en Victoria.
Es que a veces, casi siempre, el olvido es moneda corriente. Si no, baste contar lo que ocurre con la Escuela Nº 45 de la Isla Charigüé: una tormenta le provocó serios destrozos, y la dejó sin techos. Eso ocurrió hace varios meses, y hace varios meses, los alumnos de esa escuela no dan clases como Dios manda (la empresa contratada para arreglar el desarreglo no da señales de vida, y todo está como era entonces), así es como la solución que hay es bien precaria. La docente, la única docente que atiende a los alumnos, viaja a la isla una vez por semana, lleva actividades para que los chicos hagan en su casa, y se vuelve a Victoria.
La Escuela Nº 37, puesta en las aguas del río Paraná a mitad de mayo de 2009, ancló en el Puerto de Victoria en junio del año último. Entonces, se realiza el acto de bendición de la Escuela Flotante en la zona portuaria de Victoria con la presencia de autoridades de la provincia, entre otras, la titular del Consejo de Educación, Graciela Bar.
Las escuelas, recordó Buchardo, serían entregadas en el lugar indicado debidamente amarradas, con el muelle articulado instalado, y todas las instalaciones funcionando. Pero algo falló en medio de los anuncios: la escuela destinada a la isla El Pillo no pudo llevarse a destino porque no se había construido previamente el muelle y una pequeña pasarela para ubicarla.
Desde entonces, desde junio de 2009, quedó a la espera. Todavía, más de un año después, sigue a la espera. Rossina Paola Aguilar, única docente y directora de la Escuela Nº 37, a pesar de su licencia por maternidad, siguió durante 2009 los trámites necesarios hasta que consiguió que se instalara el muelle.
En noviembre de 2009 ocurrió lo que podría llamarse el primer día de clases en la escuela flotante. Es un decir, claro. El día 3 de noviembre los alumnos, mudados a la ciudad de Victoria, empujados por la creciente del río Paraná, tuvieron su primer día de clases en la escuela flotante, pero ese primer día de clase no fue en la isla El Pillo, sino en el Puerto de Victoria.
En diciembre, al fin, se construyó el muelle para amarrar la lancha en su destino definitivo. Pero en enero último se produjo la inundación, motivo suficiente como para que las familias emigren de la isla El Pillo, y del Delta.
Y todavía, seis meses después, no han vuelto. Y la escuela, siguiendo ese destino, tampoco llega a su lugar prefijado, y está a la espera. Sigue a la espera. Quizá avizorando otro destino.
El maestro que tuvo que comprar lancha propia
Pedro Gutiérrez es director de la Escuela Nº 42 Alejo Peyret, una de las 11 escuelas que hay en la zona del Delta de Victoria, y como la mayoría de sus colegas, tiene que ingeniárselas cada vez que emprende viaje para dar clases.
Vive en la ciudad de Victoria, y cada semana desanda 120 kilómetros para llegar a la escuela: toma la ruta, cruza el Puente, hasta Rosario, y desde allí hasta un paraje denominado Pueblo Esther, y entonces sí, deja el auto, y se sube a la embarcación, propia, que pagó con su dinero, única forma de alcanzar por fin a su población escolar.
“Una sola escuela tiene embarcación propia, la Escuela Nº 3, que la comparte con la Escuela Nº 61”, dice.
La embarcación, esa embarcación, llegó, de regalo, en 2006, en medio de aquel show de Marcelo Tinelli que todavía no estaba salpicado por las groserías y el tono de cabaret de ahora, y los agraciados fueron los mellizos Nelson y Diego Rothar, alberdinos que dan clase en el Delta de Victoria.
Pero el resto de las escuelas no tuvieron esa suerte. Tinelli no cumplió más sueños ajenos.
El maestro Gutiérrez dice que eligió ese camino, el de comprarse lancha propia, en cuotas, para no “molestar a los padres para que te busquen y te lleven. Hemos solicitado al Consejo de Educación que den lanchas a las escuelas, pero hasta ahora no hemos tenido respuesta”.
No es, claro, la única preocupación en las islas. El otro, más angustiante, más urgente, es el futuro de los alumnos que concluyen el ciclo básico de la secundaria: las escuelas de las islas, por alguna razón, están estructuradas de un modo tal que reciben alumnos de nivel inicial hasta 9 años. Pero luego no hay oferta, no hay donde concluir la secundaria, que ahora es obligatoria.
El maestro tiene 6 alumnos, de los cuales dos concluyen este año el ciclo, y quedan sin posibilidades de seguir estudiando.
Una de las alternativas que han planteado es la posibilidad de establecer aulas virtuales y profesores itinerantes, de manera de garantizar la finalización del nivel secundario. Pero todo está en veremos