"EL HAMBRE ES UN TEMA INVISIBLE", DIJO JUAN CARR DE RED SOLIDARIA.
Dice que el rol del Estado es clave en el combate de la desnutrición. Pero que cuesta crear políticas nacionales.
¿Cómo es el panorama de la desnutrición en la Argentina? –El hambre es un típico tema invisible. Hace nueve años trato de hacer que se desarrollen huertas y granjas donde hay desnutrición infantil; hace dos, fundamos en la UBA un centro de lucha contra el hambre. Sueño con que los agrónomos y veterinarios no sólo produzcan alimentos para quienes pueden comprarlos. Todos los días, ocho chicos mueren por causas ligadas a la desnutrición. Ésa es, desde los catorce años, mi obsesión personal. –¿Cuántos pobres hay en la Argentina? –Hay un mínimo de ocho millones. Son los que no tienen garantizados la vivienda, el trabajo, la salud y la educación. Dentro de ellos, hay 2.300.000 indigentes, que tampoco tienen garantizada la comida. Eso incluye 165 mil chicos de hasta 5 años desnutridos. Entre el 30 y el 35% de esas familias están en Gran Buenos Aires y los suburbios de Rosario y Córdoba, el 20% en el norte y el resto distribuido en todo el país. –¿Por qué se da el escenario? –Es una época muy distinta de los años setenta, cuando con el 7% de pobres y el 4% de desocupados se armó, mal o bien, una revolución. Este momento es de enorme quietud, con una sociedad más fragmentada. Los pobres no están en la discusión, salvo cuando hay una catástrofe: una lluvia en Tartagal, la erupción de un volcán en la Patagonia. Durante la gestión del ex presidente se produjo la disminución más grande de muertes por desnutrición infantil de la historia argentina. En 2003 morían doce chicos por día; a fines de 2007, ocho. Hubo dos actores principales: el Gobierno y el campo, que produjo alimentos como nunca y mucho trabajo en la informalidad. Pero, de forma increíble, colisionaron a mediados de 2008. Esa situación impactó muchísimo: a veces, sin quererlo, laburaban por los más desposeídos. –¿Cómo están las cifras ahora? –Amesetadas. Creemos que 2008 cerró con 800.000 pobres más. Si alguien manipula las cifras de indigencia, ése ya es un estadio interesante, porque la realidad es que ni se los tiene en cuenta. –¿Cuáles serían las medidas para revertir la situación? –Por ejemplo, 600.000 de ellos pertenecen a los pueblos originarios, son los invisibles de los invisibles. Nunca hubo un gran movimiento nacional para terminar con la pobreza extrema. En la Argentina hay internas en todos lados, falta la estructura para dar esa batalla y nunca se pudo consolidar la sensación de que el hambre es el enemigo en común. Con nuestro mapa del hambre detectamos 1.836 lugares donde efectivamente se combate. Cuando apoyás a una madre con trabajadoras sociales, psiquiatras y médicos, vuelve a insertarse en una red social y mejoran los perfiles nutricionales de sus chicos. Hay otro dato: si todos los adultos ponemos un paquete de fideos, huevos o polenta, 40 millones de argentinos tendrían garantizadas cuatro comidas diarias. –¿Cómo se inserta el Estado en ese esquema? –Es clave. Con los municipios trabajamos codo a codo. El esquema clásico es: pyme, cura, rabino, escuela. Ahí la red funciona. Pero seguimos sin lograr grandes lineamientos en el ámbito nacional, aunque sería necio negar que la mayor parte de la comida es provista por el Estado. –¿Qué escenario imagina a largo plazo? –Cuando terminemos con el hambre viene la educación. Y, aunque los comedores trabajen de manera excelente, el objetivo debería ser desarmarlos y que los chicos vuelvan a sus casas porque los padres consiguieron un trabajo digno. Sigue la polémica en Salta por la muerte de una nena La muerte de una nena horas después de una mudanza interhospitalaria intensificó las críticas de los trabajadores sobre el panorama sanitario en Salta. La paciente de nueve años –junto a otros siete chicos en grave estado– había sido trasladada el sábado desde el viejo Hospital “Niño Jesús de Praga” al Nuevo Hospital del Milagro, en medio de fuertes protestas de médicos y enfermeros del establecimiento. “Estaba con respirador mecánico y asistida con toda la aparatología que su dolencia necesitaba. Cuando la llevaron en la ambulancia, le quitaron el respirador y le hicieron bolseo manual. Eso pudo haber alterado y agravado su delicado estado”, opinó Raúl Burgos, miembro de la Unión del Personal de Enfermeros. Luis Folco, jefe de terapia intensiva pediátrica del Nuevo Hospital del Milagro, respondió que “haberle quitado el respirador mecánico no influyó”. Los profesionales del Jesús de Praga suspendieron las cirugías, ya que el sábado también se quedaron sin los equipos de terapia intensiva. “El shock-room fue desmantelado, por lo que haremos una presentación judicial”, adelantó Cristina Nesrala, secretaria general de la Asociación de Profesionales de la Salud de Salta.
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