RESEÑA BREVE.
La Batalla de Caseros también conocida como batalla de Monte Caseros, combate librado en Caseros (actual estación de El Palomar, Argentina) el 3 de febrero de 1852 y que significó la derrota de Juan Manuel de Rosas, después de un extenso periodo de gobierno e influencia nacional, a manos del denominado Ejército Grande, a cuyo mando se encontraba Justo José de Urquiza.
En 1851, el general y gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, había declarado la guerra a Brasil. Esto propició acciones en su contra, que llevaron a la firma de un tratado el 21 de noviembre de 1851 entre los gobiernos de Entre Ríos, Corrientes, Uruguay y el Imperio de Brasil. Por este tratado, el general Justo José de Urquiza se comprometía a pasar a Paraná para combatir a Rosas.
Se constituyó entonces el denominado Ejército Grande, integrado por entrerrianos, correntinos, brasileños, uruguayos y por algunos habitantes de la provincia de Buenos Aires. El día 3 de febrero de 1852, el Ejército Grande de Urquiza atravesó el Arroyo Morón y se situó frente a las tropas de Rosas, que se hallaban a la altura de Caseros. Ante la derrota, Rosas se marchó con sus familiares a Gran Bretaña.
Batalla de Caseros En el largo camino hacia la creación de la República Argentina, la fecha del 3 de febrero de 1852 ocupa un lugar clave. Ese día tuvo lugar la victoria de Justo José de Urquiza sobre las tropas bonaerenses de Juan Manuel de Rosas.
RESEÑA AMPLIADA.
Pronunciamiento de Urquiza
En Argentina el 1 de mayo de 1851, fue leído el llamado "Pronunciamiento de Urquiza", mediante el cual, el general Justo José de Urquiza expresaba que:
El Gobernador y capitán general de Buenos Aires, brigadier Juan Manuel de Rosas ya no se encontraba en condiciones físicas de ejercer su cargo, de manejar las relaciones exteriores de la República Argentina.
En reiteradas ocasiones, Urquiza pidió al Gobierno de Buenos Aires que Rosas debía ser destituido de su puesto.
Dejar a Rosas en su cargo, era faltar el respeto a su salud y cooperar a la ruina de los intereses económicos nacionales, que el mismo aceptaba no poder controlar.
• Los tratados entre el Imperio del Brasil y el gobierno de Montevideo
Por su parte, los orientales antirrosistas que ocupaban Montevideo estaban en una delicada situación. Las fuerzas de Oribe los sitiaban por tierra. La escuadra de la Confederación, al mando del almirante Guillermo Brown, los hostigaba por mar. La ayuda material de Inglaterra y Francia al gobierno de Montevideo había cesado por la firma de la paz entre estas potencias y Rosas en los años 1849 y 1850. El Brasil quedaba como única tabla de salvación, aunque esta alternativa no fuera gratuita, ya que implicaba la cesión de territorio al gobierno brasileño a cambio de su ayuda material. Ante el dramático curso de los acontecimientos, Andrés Lamas, ministro plenipotenciario y enviado extraordinario del gobierno oriental ante Brasil, fue autorizado a firmar una serie de tratados en Río de Janeiro que cedían al Brasil parte del territorio oriental, lo cual tuvo lugar el 12 de octubre de 1851.
Por el tratado de límites se reconocía como principio el utis possidetis, invalidando cualquier reclamo uruguayo en virtud del tratado de San Ildefonso. La frontera rectificada corría por el río Cuareim, el Yaguarón y la laguna Merín, para terminar en el Chuy, con dichos cursos de agua, de orilla a orilla, en poder exclusivo del Brasil, que conservaba además la posesión exclusiva de la navegación de la laguna Merín y el río Yaguarón. También el Imperio podría levantar fortalezas en la desembocadura de los ríos Tacuarí y Cebollatí, en pleno territorio oriental (1).
Por el tratado de alianza, se acordó convertir en "alianza perpetua" la realizada por la convención secreta del 29 de mayo, a fin de sostener "la independencia de los dos Estados contra cualquier dominación extranjera". Para garantizar la "nacionalidad oriental", el Brasil se comprometía a prestar "eficaz apoyo" al primer gobierno que se eligiese, sosteniéndolo ante cualquier "movimiento armado contra su existencia o autoridad". En retribución si "se levantara alguna sublevación contra S.M. el emperador en las provincias limítrofes (Rio Grande) la República Oriental se obligaba a prestar a las autoridades y fuerzas legales de Brasil toda la protección que estuviera a su alcance". Se invitaba además a Paraguay "y los Estados argentinos que accedieran" a garantizar en la misma forma "su orden interno y sus respectivas independencias".
Por el tratado de subsidios, Brasil entregaba una suma de 138.000 patacones por una sola vez y luego 60.000 patacones mensuales por el tiempo que creyera necesario, lo que se sumaría a los más de 211.791 patacones otorgados en diversas oportunidades con sus intereses del 6%. Uruguay entregaba como garantía los derechos aduaneros y las rentas del Estado. Para asegurarse del cumplimiento de lo pactado, el conde de Caxias acampó a fines de octubre a tiro de cañón de Montevideo. Urquiza no fue informado oficialmente sobre estos tratados y más adelante denunció, a raíz de dicha falta de información, que no estaba obligado a aceptarlos. Pero luego, en la necesidad de devolver al Brasil el apoyo prestado, obligó a los orientales a ratificarlos.
Por el tratado de comercio y navegación se aceptaba la navegación común del río Uruguay y sus afluentes (aunque no atravesaran territorio brasileño), invitando a los demás Estados ribereños a declarar "la libre navegación del río Paraná y Paraguay". La isla de Martín García "quedaría neutralizada". Además, el gobierno oriental renunciaba por diez años a cobrar derechos de tránsito a las haciendas propiedad de brasileños y suprimía el derecho de exportación del ganado en pie. En reciprocidad el Brasil mantendría en la frontera de Río Grande de San Pedro la exención en vigencia de derechos de consumo sobre la carne salada y otros productos ganaderos importados.
Por el tratado de extradición ambas partes se devolverían los criminales, desertores y esclavos fugados de ambos territorios (no existía la esclavitud en el territorio oriental), sin otro requisito para reclamar al esclavo fugado que la "petición del señor a la autoridad". Incluso si los brasileños propietarios de estancias en el Uruguay llevaran esclavos a ellas desde el Brasil, éstos mantendrían su condición servil.
• NOTA
1. "La batalla de Caseros", op. cit., pp. 17-19; José María Rosa, Historia Argentina, tomo 5, Buenos Aires, J.C. Granda, 1965, pp. 470-471, y V.D. Sierra, op. cit., pp. 587-589. SANCHÍS MUÑOZ, J.R., Japón y la Argentina: Historia de sus Relaciones, Buenos Aires: Sudamericana, 1997.
• El nuevo tratado de alianza entre el Brasil, la República Oriental y los gobiernos de Entre Ríos y Corrientes
Ante la necesidad por parte del Brasil de obtener la devolución de los préstamos otorgados a Urquiza y de convenir una alianza militar debido a que Rosas había declarado la guerra al Imperio, el 21 de noviembre de 1851 se concretó una alianza entre los Estados de Entre Ríos y Corrientes, la República Oriental y Brasil. La misma fue firmada por el encargado de negocios de los gobiernos de Entre Ríos y Corrientes y hermano del gobernador de Entre Ríos, Diógenes José de Urquiza; el ministro plenipotenciario del Brasil, Honorio Carneiro Leao, y el ministro y secretario de Estado uruguayo, Manuel Herrera y Obes. En el artículo 1º las partes declaraban: "que no pretenden hacer la guerra a la Confederación Argentina (...). Por el contrario, el objeto único, a que los estados aliados se dirigen, es libertar al pueblo argentino de la opresión que sufre bajo la dominación tiránica del gobernador don Juan M. Rosas (...). A su vez, los artículos 6º y 7º establecían mecanismos de financiamiento para poner en marcha la alianza contra Rosas:
Artículo 6º - Para poner a los Estados de Entre Ríos y Corrientes en situación de sufragar los gastos extraordinarios, que tendrán que hacer con el movimiento de su Ejército, Su Majestad el Emperador del Brasil les proveerá en calidad de préstamo, la suma mensual de cien mil patacones por el término de cuatro meses, contados desde la fecha en que dichos Estados ratificaron el presente convenio o durante el tiempo que transcurriese hasta la desaparición del gobierno del general Rosas, si este suceso tuviese lugar antes del vencimiento de aquel plazo. Esta suma se realizará por medio de letras libradas sobre el Tesoro Nacional a ocho días vistas, y entregadas mensualmente por el Ministro Plenipotenciario del Brasil al Agente de Su Excelencia el Gobernador de Entre Ríos.
Artículo 7º - Su Excelencia el señor gobernador de Entre Ríos, se obliga a obtener del gobierno que suceda inmediatamente al del general Rosas, el reconocimiento de aquel empréstito como deuda de la Confederación Argentina, y que efectúe su pronto pago con el interés del seis por ciento al año. En el caso, no probable, de que esto no pueda obtenerse, la deuda quedará a cargo de los Estados de Entre Ríos y Corrientes; y como garantía de su pago con los intereses estipulados sus excelencias los señores gobernadores de Entre Ríos y Corrientes, hipotecan desde ya las rentas y terrenos de propiedad pública de los referidos Estados.
El artículo 14º ratificaba la libre navegación de los ríos interiores de la Confederación:
los gobiernos de Entre Ríos y Corrientes, se comprometen a emplear toda su influencia cerca del gobierno que se organizare en la Confederación Argentina, para que éste acuerde y consienta la libre navegación del Paraná y de los demás afluentes del río de la Plata (...).
Finalmente, el artículo 20º invitaba a Paraguay a formar parte de la coalición antirrosista: "El gobierno de la República de Paraguay será invitado a entrar en alianza, enviándosele un ejemplar del presente convenio (...)" (1).
• NOTA
1. Artículos 1º, 6º, 7º, 14º y 20º, en B. Bosch, op. cit., selección documental, pp. 103-109.
• El Ejército aliado en marcha
Tras la capitulación de Oribe el 8 de octubre de 1851, el Ejército Grande, comandado por Urquiza y nutrido además con las fuerzas de Oribe y el apoyo material del Imperio brasileño, pasó en diciembre de 1851 desde Montevideo hacia Entre Ríos. Por su parte, la escuadra brasileña estaba asentada en el Río de la Plata y ocupó la isla de Martín García y la Colonia. Desde allí, los buques imperiales remontaron el Paraná con el objeto de contribuir al traslado de los ejércitos aliados a Santa Fe, cuyo gobernador Pascual Echagüe se retiró con sus escasas tropas a Buenos Aires sin presentar resistencia.
La mayoría de los historiadores coinciden en afirmar su desconcierto ante la pasiva actitud de Rosas frente al avance de los ejércitos aliados encabezados por Urquiza. Según José María Sarobe, Rosas:
no tenía ningún plan propio ni tampoco tomó en serio los que le presentaron sus inmediatos colaboradores, Oribe, Chilavert, Mansilla y Pacheco. (...) Desconfiaba, al parecer, de sus subalternos; temía ser traicionado. Las medidas tomadas fueron solamente defensivas y consistieron en hacer pasar algunas fuerzas en protección de Santa Fe, en establecer una vigilancia más estrecha mediante la escuadrilla de Coe, sobre sectores de los ríos, y, finalmente, en enviar el 7 de junio, en dos buques, una cierta cantidad de armas y municiones a Oribe.
Luego, destacando la inercia de Rosas, Sarobe afirma: "El grueso del ejército rosista permanecía concentrado entre Palermo y Santos Lugares, casi inactivo y sin comando visible, sin decidirse el dictador por ninguno de los cuatro planes de operaciones que le habían presentado sus colaboradores, ni trazarse siquiera uno propio" (1).
José Luis Busaniche opina en términos coincidentes con Sarobe. De acuerdo con aquél la actitud de Rosas frente al avance de las fuerzas de Urquiza y sus aliados no tiene una explicación satisfactoria en lo que respecta a la defensa militar. Ya con el enemigo cerca de Buenos Aires, Rosas no tuvo ni un plan de combate ni jefes de capacidad militar suficiente para combatir al ejército coaligado. El general rosista Pacheco fue acusado de complicidad con el enemigo, pues renunció al mando de las fuerzas de la Confederación cuando las avanzadas de Urquiza estaban cerca de Buenos Aires. El coronel Hilario Lagos opuso su caballería a la vanguardia enemiga, pero no pudo contener su avance. Frente a los 25.000 hombres y 50.000 caballos de los ejércitos aliados, Rosas tenía 20.000 hombres pero le faltaban armas y sobre todo jefes de capacidad militar (2).
Al decidirse por una batalla abierta contra las fuerzas de Urquiza, Rosas desestimó la propuesta del coronel Chilavert, partidario de no presentar batalla a las fuerzas aliadas, ocupar la ciudad de Buenos Aires con la infantería y artillería y mandar la caballería al sur para reforzarla con la ayuda de los indios. El Restaurador de las Leyes temía las acciones de los indígenas en la campaña bonaerense en caso de derrota de sus fuerzas. La falta de un plan de combate por parte de Rosas quedó evidenciada en el inesperado nombramiento del coronel unitario Pedro José Díaz, un ex prisionero, al frente de la resistencia militar contra las fuerzas de Urquiza.
El desenlace final ocurrió en la localidad de Caseros el 3 de febrero de 1852. Las fuerzas de Urquiza, aprovechando su poderosa caballería, concentraron su ataque en el ala izquierda enemiga, constituida por una caballería mal organizada. La batalla duró cuatro horas y media y terminó con una franca derrota del ejército rosista, cuya única resistencia importante fueron las fuerzas del coronel Chilavert.
Tras la batalla, Rosas fue a refugiarse con su hija Manuela en la casa del encargado de negocios inglés en Buenos Aires, Robert Gore. Este convenció al dictador de la conveniencia de que se embarcara para evitar represalias contra su persona, lo que finalmente hizo optando por Inglaterra como destino de su viaje. Por su parte, el 20 de febrero de 1852 el ejército aliado hizo su entrada triunfal en Buenos Aires.
• NOTAS
1. José María Sarobe, op. cit., pp. 529-531 y 541.
2. J.L. Busaniche, op. cit., p. 135.
• Consecuencias de la batalla de Caseros
Pronto Urquiza comprendió que la victoria obtenida sobre Rosas en Caseros tendría un gusto amargo. Con buen tacto político y seguramente para evitar reacciones populares contra su persona, decidió nombrar como gobernador provisorio al rosista Vicente López y Planes. Pero los emigrados unitarios, una vez vueltos a Buenos Aires, no tardarían en hacer sentir su influencia.
Para Brasil la batalla de Caseros implicó un resonante triunfo de su política de debilitar la presencia rosista en la cuenca del Plata. Lograba la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay, factor que daba salida a la economía del Mato Grosso. Estos beneficios se sumaron a los que ya había obtenido sobre el Estado Oriental, gracias a los acuerdos firmados en octubre de 1851 con el oriental Andrés Lamas.
Para Inglaterra y Francia la caída de Rosas ofrecía la tantas veces frustrada oportunidad de negociar la libre navegación de los ríos interiores. En abril de 1852 ambos países europeos mandaron con este objeto a sus enviados especiales, como también lo hizo el gobierno norteamericano. Finalmente, el 10 de julio de 1852 Urquiza firmó tratados con Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, que establecían el libre tránsito de los ríos Paraná y Uruguay.
Por otra parte, las consecuencias políticas y económicas de la Guerra Grande en la Banda Oriental -que se inició con el comienzo de la lucha de Rivera contra Oribe en 1839, se agravó con el sitio de Montevideo por parte de las fuerzas de Oribe-Rosas establecido en febrero de 1843, y terminó con la capitulación de Oribe pactada con Urquiza el 8 de octubre de 1851- fueron marcadamente negativas para la economía, la sociedad y el gobierno uruguayos. Tanto los "blancos" como los "colorados" estaban desilusionados de la intervención extranjera. Los partidarios de Oribe lo estaban por la vulnerabilidad que demostró Rosas ante el levantamiento de Urquiza. Los seguidores de Rivera por la falta de vocación demostrada por los ingleses y franceses para destruir el régimen de Rosas. Ambos partidos estaban también molestos por la descarada explotación a que sus respectivos aliados "externos" sometieron al Uruguay. La matanza indiscriminada de animales, el asalto de rebaños, el consumo de ganado por parte de las tropas que atravesaban la campaña oriental arruinó la actividad ganadera y saladeril. Además, el gobierno uruguayo se había endeudado con los prestamistas locales y extranjeros. Por último, se registró una notable reducción de la población oriental: de 140.000 habitantes en 1840 a 132.000 en 1852; por su parte, la población de Montevideo disminuyó de 40.000 habitantes a 34.000 (1).
No obstante las ventajas territoriales obtenidas por el Brasil en la República del Uruguay, la diplomacia brasileña enfrentaba un obstáculo serio con este país. El tratado del Pantanoso firmado entre Oribe y Urquiza el 8 de octubre de 1851 estableció el principio de "ni vencedores ni vencidos", lo que dejaba a los "blancos" en pleno ejercicio de sus derechos cívicos y con claras posibilidades de llegar al gobierno, ya que eran mayoría en la república oriental. Nuevamente Urquiza había obrado unilateralmente, pero esta vez perjudicaba no a los intereses de Rosas sino a los del Brasil. El Imperio no toleraría a los blancos que habían seguido a Oribe, aliado del tan detestado Rosas. Preocupado por el seguro triunfo de los blancos, el senador y jefe del partido saquarema Honorio Hermete Carneiro Leao se entrevistó con Urquiza días después de Caseros para conversar sobre este tema. Urquiza le contestó que el Brasil debía dejar en paz a los orientales.
El 1º de marzo de 1852 se dio el triunfo en Uruguay de Juan Francisco Giró, del partido blanco. Disgustadas por el resultado, las autoridades brasileñas exigieron el cumplimiento de los tratados Lamas a través de Carneiro Leao. El presidente Giró rechazó la exigencia brasileña, confiando en el apoyo de Urquiza y alegando que la Confederación Argentina, en su carácter de firmante de la Convención de Paz de 1828, era parte interesada en la cuestión. Pero a pesar de las expectativas de Giró, Urquiza, que era deudor del Brasil y que a partir del Protocolo de Palermo del 6 de abril de 1852 ya era el encargado de las relaciones exteriores de la Confederación, decidió convalidar la posición del Imperio.
Además, el 28 de agosto Urquiza decretó la libre navegación de los ríos (2) y se dispuso a reconocer la independencia paraguaya, enviando a Santiago Derqui para negociar con el presidente paraguayo Carlos Antonio López (3). Ambas medidas eran viejas aspiraciones brasileñas.
Finalmente, el triunfo de Urquiza trajo una consecuencia no buscada: la rebelión de la provincia de Buenos Aires contra su autoridad a través de la revolución del 11 de septiembre de 1852, y su erección en Estado separado. Este acontecimiento abría una nueva etapa de guerras civiles entre el Estado de Buenos Aires y la Confederación Argentina que recién se cerraría en 1861.
• NOTAS
1. Cifras citadas en Leslie Bethell (comp.), Historia de América Latina, Volumen 6, América Latina independiente, 1820-1870, Barcelona, Crítica, 1991, cap. 8, p. 302.
2. La decisión de Urquiza de otorgar la libertad de navegación de los ríos y de abolir las tasas interprovinciales tomó fuerza legal con la sanción de los artículos 12 y 26 de la Constitución de 1853.
3. En julio de 1852 el nuevo gobierno de la Confederación Argentina reconoció oficialmente la independencia del Paraguay, extendiendo a los habitantes de aquel país el mismo derecho de libre navegación del que disfrutaban los ciudadanos de las provincias del Litoral (Tratado de Límites, Amistad, Comercio y Navegación, Asunción, 17 de julio de 1852, ANA-SH, 298, Nº 17, cf. Thomas Lyle Whigham, The Politics of River Commerce in the Upper Plata, 1780-1865, Stanford University, Ph.D. dissertation, 1986, p. 116). A pesar del nuevo orden de cosas, la contradicción de intereses entre Buenos Aires y los estados platenses del norte constituía un obstáculo estructural que fue parte de la vida económica del Alto Plata, más allá de la sanción de medidas legales a favor del libre comercio y la libre navegación de los ríos.