sábado, 15 de agosto de 2009

SOMBRERO, SOMBRERITUS...!!!

HIJITUS VUELVE AL RUEDO.
Pocas invenciones argentinas han marcado el imaginario colectivo (por lo menos el infantil) como Hijitus. La aparición de una segunda caja con los episodios de la serie creada por Manuel García Ferré (de lejos, los mejores capítulos, los más libres) provee razones de peso para comprenderlo. Por supuesto que, sobre todo, se trata de material divertido, quizás la única plasmación de lo auténticamente argentino –más bien porteño– en dibujos animados. La caja contiene cinco discos, cada uno a un promedio de cinco episodios más extras cada uno, una pequeña fiesta digamos. La primera rareza –no tanto– que uno descubre con esta colección es que, de alguna manera, sigue funcionando como en los primeros 70, cuando alcanzó un pico de popularidad tan grande que hoy casi nadie desconoce a personajes como Larguirucho o Hijitus, más allá de que la serie en sí –y muchos de sus derivados, especialmente la revista Anteojito y las historietas– no aparecen demasiado en los kioscos. Algo hay ahí. Lo que hay es simple: un humor muy argentino donde los personajes hablan como nosotros. No se ha alabado lo suficiente el trabajo de voces de Pelusa Suero, el enorme creador de tipos característicos de la serie –del Comisario a Gold Silver, pasando por el increíble Larguirucho–, que es verdaderamente el actor, el alma detrás de los cortos junto con Néstor D’Alessandro, quien hacía las voces de Cachavacha, Hijitus o el ladrido humanizado de Pichichus. Es cómo hablan los actores y qué dicen lo que le da su propio acento a cada episodio de Hijitus. Pero el placer no se reduce a eso: hay otros elementos que los causan. Primero: las historias de Hijitus mezclan tres elementos que, a primera vista, parecen disímiles. El barrio porteño, las historias de superhéroes y los cuentos de hadas. Por alguna razón, la ensalada funciona sin problemas: en Hijitus puede haber dragones, planes siniestros, científicos locos, brujas, animales que hablan, barriles de cerveza que danzan –¿alguien se imagina algo así en estos tiempos de corrección política?– huérfanos, millonarios... el catálogo es enorme. Lo que deriva, claro, en la tercera cualidad de Hijitus: la invención de personajes pintorescos y casi surrealistas. Desde el violento bebé Oaky en pañal eterno hasta el satírico Gran Hampa o –cuando uno recorre las aventuras de Hijitus no puede menos que sorprenderse del salto de tono de un episodio a otro– la Vecinita de Enfrente. En esta colección, además, aparecen personajes realmente grandes como el huérfano malvado Raimundo (los episodios con ese personaje son de lo más cómico y desatado de la serie), o tipos de diseño excelente como el gato Chimenea, o el Pingüino Hippie, o los Aguilotros –gran episodio épico/cómico de la lucha contra los Boxitracios–. Bien, es simple: uno hace el catálogo y las invenciones abundan y todas –pero todas– son graciosas. Es cierto que algunos personajes y situaciones han envejecido (Anteojito, digamos), sin embargo, vaya uno a saber por qué –aquí intentamos una respuesta–, los cortos funcionan y los chicos –usted también, no lo dude– se ríen. Hay Hijitus para rato, parece.

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