domingo, 29 de abril de 2012

EL PORQUE DEL DÍA INTERNACIONAL DEL TRABAJADOR.

La Segunda Internacional declaró en julio de 1889 en su congreso de París al primero de Mayo “día internacional del Trabajador”, en conmemoración de la fecha del asesinato judicial en los Estados Unidos de cuatro anarquistas acusados de haber puesto durante una movilización por la jornada laboral de ocho horas una bomba que mató policías.
Los mártires de Chicago, rumbo a la horca.
Desde entonces el primero de Mayo es el día internacional del Trabajador, que sectores confesionales intentaron convertir luego en una “fiesta” lo que no ha sido posible hasta ahora porque nunca se olvidó el terrible origen de la fecha.
En noviembre de 1884 se celebró en Chicago el cuarto congreso de la American Federation of Labor, en el que se propuso que a partir del 1º de mayo de 1886 se obligaría a los patronos a respetar la jornada de 8 horas y, si no, se iría a la huelga.
En 1886, el Presidente de los Estados Unidos, Andrew Johnson, promulgó la llamada ley Ingersoll, estableciendo las 8 horas de trabajo diarias.
Como esta ley no se cumplió las organizaciones laborales y sindicales de Estados Unidos se movilizaron. Llegada la fecha, los obreros se organizaron y paralizaron el país productivo con más de cinco mil huelgas.
El episodio más famoso de esta lucha fue el funesto incidente de mayo de 1886 en la Haymarket Square de Chicago: durante una manifestación contra la brutal represión de una reciente huelga una bomba provocó la muerte de varios policías. Aunque nunca se pudo descubrir quién fue el responsable de este atentado, cuatro líderes anarquistas fueron acusados, juzgados sumariamente y ejecutados.
En julio de 1889, la Segunda Internacional instituyó el “día internacional del Trabajador” para perpetuar la memoria de los hechos de mayo de 1886 en Chicago. Esta reivindicación fue emprendida por obreros norteamericanos e, inmediatamente, adoptada y promovida por la Asociación Internacional de los Trabajadores, que la convirtió en demanda común de la clase obrera de todo el mundo.
Desde 1890, los partidos políticos y los sindicatos integrados en la Internacional han dirigido manifestaciones de trabajadores en diversos países en petición de la jornada de ocho horas y como muestra de fraternidad del proletariado internacional.
Este origen reivindicativo y de lucha obrera se asocia con el 1º de mayo, cuya celebración ha pasado por diversos avatares según el país y su régimen político. En la actualidad, casi todos los países democráticos lo festejan, mientras que los sindicatos convocan a manifestaciones y realizan muestras de hermandad.
En 1954, la Iglesia católica, bajo el mandato de Pío XII, apoyó tácitamente esta jornada proletaria, al declarar ese día como festividad de San José obrero.
Durante el siglo XX, los progresos laborales se fueron acrecentando con leyes para los trabajadores, para otorgarles derechos de respeto, retribución y amparo social.
En Argentina, entre las leyes sociales, se pueden citar: la ley 4661 de descanso dominical; la ley 9688, que establece la obligación de indemnizar los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales aunque no medie culpa patronal; la ley 11.544, que limita la jornada laboral a ocho horas y la “ley de despido”, que trata del preaviso y de las indemnizaciones correspondientes.
En Argentina
En nuestro país el 1º de mayo es feriado nacional por la ley 21329 de feriados nacionales y días no Laborables.
El por entonces corresponsal en los  Estados Unidos del diario “La Nación” de Buenos  Aires, el  poeta y revolucionario cubano José Martí,  narra el momento de la ejecución de los anarquistas en Chicago:  “…salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas plateadas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos… abajo la concurrencia sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… plegaria es el rostro de Spies, firmeza el de Fischer, orgullo el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora… los encapuchan, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos cuelgan y se balancean en una danza espantable…”.
Los ajusticiados el 11 de noviembre de  1887 eran  Albert Parsons (estadounidense, 39 años, periodista), August Spies (alemán, 31 años, periodista), Adolph Fischer (alemán, 30 años, periodista) y Georg Engel (alemán, 50 años, tipógrafo). Louis Linng (alemán, 22 años, carpintero) se había suicidado antes en su propia celda. A Michael Swabb (alemán, 33 años, tipógrafo) y Samuel Fielden (inglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil) les fue conmutada la pena por cadena perpetua y Oscar Neebe (estadounidense, 36 años, vendedor) fue condenado a 15 años de trabajos forzados.

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