Francisco Fherenbacher, ex Cabo 1° durante la guerra de Malvinas, reveló su historia luego de varios años en el anonimato. “Yo tenía que estar en el (Crucero) Belgrano y terminó yendo un compañero mío que murió”, recordó. Un caso del que se hicieron eco la mayoría de los medios nacionales.
El hombre fue encontrado de manera fortuita por los integrantes del Centro de Ex Combatientes de Concordia hace menos de un mes. Se ríe cuando le dicen que ha salido en los diarios y que lo mencionaron “por la radio”. También se alegra porque está muy cerca de empezar a ser beneficiario de la obra social que ya tienen otros veteranos de guerra. Sólo cambió su cara cuando se refiere al conflicto de 1982, “porque es algo que no quiero hablar mucho”, sobre todo cuando recuerda que “yo tenía que estar en el (Crucero) Belgrano y terminó yendo un compañero mío que murió”, dice con una mueca que tuerce su boca a un costado. Ya sin reírse.
Fherenbacher revivió su experiencia durante el conflicto bélico. (Foto: Diario Río Uruguay)Para llegar al campo donde vive Francisco Fherenbacher debe ingresarse a la localidad de La Criolla y continuar por el camino principal del pueblo para atravesarlo -de este a oeste- hasta dejar atrás el cartel de “zona urbanizada”. Y seguir.
El guía es Guillermo Pérez, titular del Centro de Ex Combatientes de Malvinas de Concordia, quien advierte que primero habrá que ver en que estado anímico se encuentra el hombre que “psicológicamente tiene problemas”, aunque admite que “después de las últimas visitas se fue aflojando, incluso estuvimos comiendo un asado -hace unos días - con compañeros de la promoción de él de la Armada que vinieron de Buenos Aires”.
Una precaria tranquera es la entrada al predio donde los padres de Fherenbacher levantaron una sólida casa en el año 1946, pero en cuyas habitaciones sobra espacio y se evidencia la falta de muebles. Allí vive ahora con su hermano, que es el encargado de llevar el sustento diario al trabajar en un campo vecino, publica el sitio Diario Río Uruguay.
El paisaje exterior se completa con unos árboles, un viejo galpón, un perro atado que no para de ladrar y algunas plantas que sobreviven sin ningún cuidado.
Francisco Fherenbacher es un alemán grandote, que se para -y camina- inclinado hacia un costado con las manos tomadas en su espalda y con un rostro de gran bigote rubio bajo el cual se dibujan -sin escalas- sonrisas y gestos hoscos.
Sonríe cuando saluda con un abrazo a Guillermo Pérez. Sonríe aún más cuando escucha que en pocas horas -gracias a la trascendencia mediática- se avanzó de manera importante para obtener la obra social que por derecho le corresponde. Pérez le entrega una fotocopia de un certificado y Fherenbacher pregunta “¿Qué hago con esto, lo guardo?”, y ante la respuesta positiva lo dobla prolijamente y lo mete en un bolsillo.
Ahora está abrigado con un grueso sueter y viste unos zapados lo suficientemente modernos y cómodos como para preferirlos a las alpargatas. “Ya te pusiste la ropa que te trajeron” le señala Pérez, a lo que con una sonrisa responde “Y…si”.
Vale aclarar que el ex combatiente fue visitado hace pocos días por compañeros de su promoción de la Escuela de Suboficiales de Mecánica de la Armada, la mayoría provenientes de Buenos Aires quienes le trajeron una importante cantidad de ropa y alimentos. Amén de un asado que se comieron en el lugar. “Y se llevaron un montón de naranjas”, aclara.
Cuenta que se enlistó en la Armada Argentina “por mi tío que quería que entrara”, que tenía 20 años entonces y que se enroló “porque si no iba me tocaba la colimba, así que directamente me fui a la Armada”.
Su historia como Marinero pasó primero por la Corbeta Torpedera ARA Spora y luego se embarcó en el Destructor ARA Comodoro Py, “la nave custodia” con la que estuvo navegando en el Atlántico Sur, durante “tres meses de cielo y agua”.
En este tramo de la charla ya no abundan las sonrisas, por el contrario. La curvatura de la boca se invierte cuando se acuerda que “por el radio nos enteramos del Belgrano y uno se puso muy mal ¿vio?”, en obvia referencia al crucero que fue hundido por un submarino inglés. Agregando que “muchos compañeros míos murieron ahí, porque de mi promoción eran la mayoría”. Aportando un dato que sorprendió al propio presidente del Centro de Ex Combatientes, ya que Fherenbacher tuerce nuevamente sus labios para recordar que “a mí me tocaba ir de base en el Belgrano y terminó yendo un compañero mío que murió”. El cronista debe haber puesto cara de algo, porque reforzó su narración subrayando que “murió el que fue en reemplazo mío, sino yo no estaría ahora acá”. Silencio.
Con la finalización del conflicto armado retornó y estuvo “un mes en puerto, pero enseguida nos embarcaron en el comandante Espora dos años más y después nos mandan al (Buque Desembarco de Tanques) San Antonio”.
Las sonrisas retornan cuando se le pregunta por el alejamiento de la fuerza. “Me hice desertor por una loca, por andar de novio”. Y todos reímos. “Después me retiré nomas. Y nunca estuve en contacto con nadie”.
El hombre de clara ascendencia alemana admite algo que ya todo el mundo sabe. Que la guerra lo afecto psicológicamente. “Por ahí me da el viraje” dice dibujando un círculo con sus dedos al costado de su cabeza. “Estoy con remedios y más vale que no quiero pensar en eso, más vale”. Pero también admite que lo pone contento la situación de que se le reconozca como ex combatiente “porque voy a cobrar una platita también”. Y ríe.
Por último confiesa: “Yo no decía que era combatiente, por que no me quiero acordar”, si bien aclara que los vecinos de La Criolla “sabían que estuve en la Marina, pero no que estuve en Malvinas. Pero cuando yo lo decía no me creían, ahora van a tener que creer sí o sí”.
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