La epistemología es la doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico, y en tanto, el estudio de su producción y validación.
Dicha disciplina aborda, entre otras cuestiones, los factores y las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento, y las razones por las cuales se lo válida o inválida. Recientes obras como la de Carlos Piñeiro Iñiguez: Perón: La construcción de un ideario, dan cuenta clara y precisa de que el conductor del justicialismo recibió -desde muy joven- una intensísima formación en diversas disciplinas, en especial, en filosofía. De sus discursos y de su obra emerge plena convicción de la profundidad de su conocimiento. Ubicado en una línea de razonamiento claramente historicista, concebía al iluminismo de importación como una fuga, ya que para él la apelación a la utopía con frecuencia “es un cómodo pretexto cuando se quiere rehuir las tareas concretas y refugiarse en un mundo imaginario; vivir en un futuro hipotético significa deponer las responsabilidades inmediatas”.
Consciente del fenómeno de importación ideológica enseñaba, además, que en nuestro país existió “una larga tradición en esto de importar ideologías, ya sea en forma parcial o total (…) es contra esa actitud que ha debido enfrentarse permanentemente nuestra conciencia” afirmaba.
El Pensamiento Nacional, para él, sentó bases fértiles para la concepción de “una ideología nacional coherente con nuestro espíritu argentino, ha surgido del mismo seno de nuestra patria”.
Para el ex presidente, el pueblo, fuente de permanente creación y auto perfeccionamiento, estaba preparado desde hace muchos años para conformar una ideología nacional. El rechazo al iluminismo, sea cual fuera la modalidad que éste adoptara, colocaba a Perón ante un realismo político no exento de ideales que enunciaba fervorosamente con aquella famosa máxima: “La única verdad es la realidad”, sentencia que presupone el principio de continuidad y preeminencia del fenómeno socio-cultural e histórico.
Hay “que llegar a la realidad de alguna manera, y de allí afirmar las conclusiones”, sentenciaba el conductor del justicialismo, advirtiendo, además, que “nuestro modelo político propone el ideal no utópico de realizar dos tareas permanentes: acercar la realidad al ideal y revisar la validez de ese ideal para mantenerlo abierto a la realidad del futuro”. El jefe del peronismo concibe a la doctrina como un instrumento orientador hacia fines, a tal punto que alegaba que toda nación debe poseer una doctrina, ya que es el punto de partida de la organización de una colectividad. Muchos coinciden que desde el punto de vista filosófico, el pensamiento de Perón vino a encarnar una heterodoxia compuesta por la fructífera tradición indo-iberoamericana, definido como pensamiento mestizo.
Además su adhesión al historicismo es manifiesta -ya que para él- los pueblos en su devenir histórico van marcándose objetivos y fines, y forjan mediante su propia experiencia, un estilo de vida, una idiosincrasia particular. El pueblo, verdadera fuente de creación, era para Perón “algo más” que un simple conglomerado de individuos que conviven “contractualmente” en un mismo sustrato físico y normativo. Un pueblo es, en cierta medida, la resultante de una sucesión de generaciones de hombres y mujeres que, compartiendo similar devenir histórico, van coparticipando de acontecimientos y procesos, configurando un particular modo de ser.
Sin temor a dudas para el General, el pueblo es un fenómeno de carácter histórico donde componentes de una progenie van transmitiendo a sus descendencias prácticas, tradiciones y productos culturales, ideológicos, míticos y religiosos de contenido altamente significativo. El rol del movimiento obrero organizado en la configuración de ese ideario resulta central y determinante en su pensamiento y en su acción política. Dicha centralidad es reconocida por el mismo Perón cuando sostuvo: “Yo personalmente me acerqué siempre a las masas obreras, que reconozco han sido mi predilección, porque ellas representan el dolor y el sudor de la Patria”.
En tiempos en que su figura ha resurgido con notable vigor, bien vale inmiscuirse minuciosamente en el pensamiento de quien, indiscutiblemente, supo interpretar, como ninguno, a una comunidad que aún ansía un destino promisorio.
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