Por Mauricio Castaldo (*).- El primero de julio se cumplió un nuevo aniversario del fallecimiento del ex presidente argentino Juan D. Perón y no faltó quién, en algún medio, se aventurara a afirmar que el histórico líder justicialista fue y es “un epistemológo del tercer mundo”.
Podemos coincidir, más o menos y básicamente en que la epistemología es el estudio, el análisis y el debate sobre los fundamentos y métodos del conocimiento científico, y sobre la producción y validación de lo que se denomina conocimiento científico, que pretende ser una forma de conocimiento superior o, mejor dicho, diferente, a las demás formas de saber.
Una verdad, un conocimiento con pretensiones de ser lo que algunos llaman verdad, tiene que cumplir ciertos requisitos en el debate del mundo de la epistemología: tiene que ser comprobable o tiene que superar las pruebas de falsabilidad, entre tantas otras cuestiones siempre en discusión.
La pretensión de ser parte del mundo de los epistemólogos es, de por sí, una opción ideológica discutible desde el rigor de las academias y más discutible desde el punto de vista de las luchas populares y subalternas que se han dado, se están dando y se darán, en Nuestra América y en lo que se denominó Tercer Mundo, es decir los países del Sur Global -un concepto más actualizado- que presentaban batallas profundas y complejas por la liberación nacional y social en el caliente Siglo XX. Fue en el Tercer Mundo Latinoamericano, antes de Perón y antes de que alguien lo llamara Tercer Mundo, en que Augusto César Sandino y Farabundo Martí encabezaron luchas populares revolucionarias en Nuestra Centroamérica.
Fue en el Tercer Mundo, y antes de Perón, que Gandhi encabezó la revolución pacífica antiimperialista en la India. Fue en el vasto y amplio Tercer Mundo donde Mao Tsé Tung lideró la revolución socialista china.
Fue en este mundo nuestro del Sur dónde Fidel y el Che -el de la epistemología del Hombre Nuevo-, entre otros, condujeron la revolución cubana triunfante en 1959, que sin lugar a dudas es el más grande hecho político, histórico, social, epistemológico y cultural -y el más actual-de todo el devenir de Nuestra América y del llamado Tercer Mundo.
Fue en el África tercermundista y fraterna dónde el frente revolucionario argelino derrotó al colonialismo francés genocida en 1962. Y fue en esa Argelia combatiente dónde surgió la auténtica epistemología revolucionaria de nuestro Sur global -un sur que está en el sur pero también hoy en el norte-: la que fundó Franz Fanon cuando escribió “Los condenados de la Tierra”, en medio de la lucha.
Fue en esa época cuando el brasileño tercermundista Paulo Freire -un militante democrático de la palabra y de la acción que, entre otras cosas, acompañó la lucha del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile- escribió otro trabajo fundante de la epistemología subalterna y anticolonialista: la “Pedagogía del Oprimido”. Hoy los estudios de la subalternidad y los nuevos movimientos populares beben más que nunca de esas fuentes militantes inagotables.
Fue en este Tercer Mundo dónde la revolución vietnamita le dio la lección del siglo al imperialismo norteamericano, que no dudó allí en empezar a experimentar armas ecocidas y biocidas, que hoy tienen precio en el mercado del saqueo y la contaminación.
Fue en ese Tercer Mundo, que intentaba ser diferente al mundo capitalista hegemonizado por EEUU y al mal denominado mundo “comunista” encabezado por la Rusia soviética -que coexistía epistemológica y políticamente con el mundo burgués, al que más adelante se entregó- que se desarrollaron intensos debates políticos, filosóficos y epistemológicos que buscaban ser parte de cambios revolucionarios.
Fue en nuestro Tercer Mundo dónde Marta Harnecker -una extraordinaria discípula de Louis Althusser- escribió “Los conceptos fundamentales del materialismo histórico” para aportar claridad y profundidad filosófica y epistemológica marxista en la vía chilena revolucionaria al socialismo que condujo Salvador Allende. No se nos puede escapar que, siempre estuvo presente en estos debates la obsesión de la filosofía marxista de aportar a la construcción de un socialismo científico y un materialismo dialéctico revolucionarios.
Para el marxismo, como filosofía de la praxis y hoy como materialismo abierto, la verdad es la acción colectiva para transformar la injusta y contradictoria realidad y eso lo dijo Marx con toda la rebeldía y caminando el camino a lo alto de las Tesis sobre Feuerbach. Por lo demás, el horizonte de éste camino dialéctico era y es la superación de las relaciones sociales capitalistas de producción, saqueo, explotación y alienación.
Su única verdad es su realidad. Las paradojas de la epistemología peronista
Y esto pasaba en el Tercer Mundo en momentos en que -por ejemplo- Perón elegía como secretario privado y después como ministro “de bienestar social” al infame José López Rega. De aquel primer censor nazi fascista del peronismo que fue Apold, a López Rega, Pedraza y Amado Boudou -entre tantos- hubo y hay una extraña forma de pensar, presentar o hablar de un “pensamiento nacional” y una extraña y paradójica manera de gestionar sus concepciones epistemológicas y políticas y de su manera de ver la realidad -o la parte de la realidad que parece o queremos que sea la realidad-, que siempre fue presentada como “la única verdad” a pesar de la propia realidad.
¿Puede una política presentarse como epistemología si su única verdad es su realidad? ¿Puede una política y su pretensión de verdad transformarse en epistemología sin superar el examen de falsabilidad de sus hipotéticas verdades?. ¿Puede haber soberanía política, justicia social e independencia económica con Apold, López Rega, Lorenzo Miguel, Vandor, Gelbard, Rucci, Cavallo, Lavagna, Pedraza, Aníbal Fernández y Boudou -sí, el de la Ucedé y el Cema, el del Anses prestamista y del LCD “para todos”-?. ¿Qué cosas permitió la coartada política y epistemológica de la “única verdad” peronista? ¿Adónde nos llevará la deriva epistemológica y política de “tenemos que defender éste modelo”?.
Las epistemologías de nuestra tierra
En nuestra tierra, se desarrollaron otras epistemologías, otras formas de conocer, de vivir, de intuir lo verdadero y de luchar antes y después de Perón, y antes y después de la invención del mundo de la epistemología.
Aquí los charrúas planteaban “el naide es más que nadie”, y pensaban en un Taita, en un jefe transitorio elegido por sus cualidades, para momentos de excepción en los que había que defender a muerte nuestra tierra. Y decían hermano -inchalá- como también se decía hermano en chaná.
Aquí los guaraníes desarrollaron un imaginario vital maravilloso de leyendas y de palabras que nos enriquecen y nos expresan todos los días. Ese imaginario instituyente de nuestra cultura está guardado en la diagonal roja de nuestra bandera federal.
Es el imaginario de los combatieron y combatirán por el proyecto artiguista revolucionario, que no tiene su Octubre Pilagá -aquella terrible matanza de indígenas realizada por el primer gobierno peronista en 1947- y que tiene futuro, en la profundización del debate y la lucha de los colectivos ambientalistas entrerrianos.
Esas epistemologías o metaepistemologías de nuestra tierra son las que brotan en los paisajes fluyentes de Juan L. Ortíz. En nuestra tierra surgió la leyenda guaraní de la yerba mate que, en cualquiera de sus versiones, expresa la lucha contra la adversidad, el amor, el compañerismo, la amistad y el premio sagrado de la eternidad concreta por esos afanes y esos valores.
Es la Yarí, quedándose con su anciano padre cuando todos se iban, laburando y luchando con amor adentro y afuera de la casa, contra el destino y contra lo posible, y atendiendo bien al viajero que llega, como atendemos en el pueblo, y sorprendiéndose descubriendo que era el Dios Tupá, que la premió con esa planta, la Caá-Yarí, la yerba mate, que nos acompaña todos los días.
Nuestra cultura es el Che, tomando mate y pensando en la lucha otro futuro, y esa es una imagen que sintetiza tal vez como ninguna la epistemología revolucionaria y maravillosa de nuestra tierra.
La falsabilidad abierta por los jóvenes en la plaza
Lo más rico, potente, productivo y esperanzador del peronismo, de su epistemología y de su política sea tal vez sean tal vez las posiciones y los debates de los que quisieron ir más allá de lo instituído y de los propios límites establecidos por el peronismo oficial.
Desde John W. Cooke y Evita con las armas en la CGT a los militantes por la liberación nacional como Rodolfo Walsh, Norma Arrostito, los Mártires de Trelew -peronistas y socialistas revolucionarios- y aquella juventud maravillosa que no dudó en gritarle al General en la Plaza que pasa, que pasa, que está lleno de gorilas el gobierno popular.
Esa juventud rebelde y combativa ponía en marcha, más que nunca, la falsabilidad, la refutabilidad de la pretendida única verdad peronista. Esa falsabilidad la abrió, tal vez y sin querer queriendo, el propio Perón siete años antes cuando dijo que, con la muerte del Che se iba “uno de los nuestros, quizá el mejor”.
La epistemología peronista tal vez quedó abierta como promesa en ese “quizá el mejor”, es decir cuando apuntó a ir más allá y más a fondo, de las propias e importantes reformas populares y concepciones ideológicas que había instituido. Pero los cercos ideológicos y la estrechez de los peronistas papistas -tan enemigos filosóficos de las utopías que nos hacen mejores- han impedido el desarrollo de ese proyecto.
Ese proyecto de una epistemología fundada en la lucha peronista de los ’50 y los ’60 -bastante diferente a la actual- tal vez se expresó en las Cátedras Nacionales, pero el propio concepto de nación -eurocentrado, unitario- no ha superado los márgenes instituidos por las elites del poder en Argentina. En Nuestra América, las extraordinarias luchas de los pueblos originarios y de los movimientos sociales ya han co-instituído la noción de plurinacionalidad comunitaria, federal, anticapitalista y anticolonialista.
Heterodoxias mestizas hay muchas: hay una interculturalidad viva en Entre Ríos, la Región de la Liga Federal, en Argentina y en Nuestra América que no tiene pretensiones de verdad única ni de realidad cerrada y que pelea cada vez con más fuerza por la liberación de nuestra madre tierra.
Con todas y todos los que no se cierren a ver su única realidad forjaremos la creación heroica de un futuro mejor para nuestro pueblo.
Mauricio Castaldo (*) es secretario general de la filial Agmer de María Grande y de la CTA Paraná.
0 comentarios:
Publicar un comentario