"PORRO LIBRE", MARCHA POR LA LIBERTAD DE CONSUMO DE LA MARIHUANA.
Unas tres mil personas participaron del encuentro para pedir que no se persiga a los consumidores. Hubo manifestaciones en 200 ciudades.
Él, jeans celestes bien gastados, sandalias y remera con los colores de Jamaica, va de la mano de ella, vestido con florcitas y chatitas negras. Entre los dos avanza dando saltitos una nena rubia de no más de cuatro años. Caminan por uno de los senderos de Palermo en un día de sol suave. Se dirigen –como lo hicieron otras tres mil personas– a la parcela más concurrida, creativa, musical, juvenil, militante, y verde que tuvo ayer el pulmón de la Ciudad de Buenos Aires: la de atrás del Planetario, donde se realizó, al igual que en otras 200 ciudades del planeta, la Marcha Mundial de la Marihuana. Esta marcha –en el caso porteño no hay movilización sino reunión– se realiza desde 1999 alrededor de todo el mundo, en simultáneo, el primer fin de semana de mayo. El objetivo es que los consumidores de cannabis salgan a la luz para terminar con la discriminación, la persecución y la criminalización, además de reclamar por la despenalización de la tenencia para consumo, los usos medicinales y el autocultivo.
En Buenos Aires, la marcha se realiza desde 2002 y en la de 2007 quince participantes fueron detenidos. En aquella ocasión, el ministro Aníbal Fernández terminó dando la orden de “no detener más perejiles”. Esta vez no hubo detenidos ni policías merodeando para pescar con red en una pecera, tampoco incidentes. La jornada transcurrió en una paz que envidiarían los festejos de la primavera con tetra y navaja en el Rosedal. Los asistentes fueron en su gran mayoría jóvenes –muchos adolescentes– que se sentaron en ronda para charlar pasándose el mate y, no todos pero casi, también porritos y extra porros. Grupos de reggae y hip hop musicalizaron la tarde. “Ningún árbol prohibido, esta planta es para calmar el dolor”, decía un estribillo rapeado, todos lo tarareaban como si se tratara de una comunión subversiva grupal. “Estamos acá para que doña Rosa entienda que fumarse un porro es similar a que su marido se tome un vaso de vino”, explica Juan Pablo F. (28, nadie quiere, por razones obvias, dar todos sus datos), uno de los organizadores. El director de la revista THC, sobre la cultura cannábica), Sebastián Basalo (25) sostiene: “Los que vinieron hoy no lo hicieron por el choripán y la coca. Todos se autoconvocaron. A nuestros representantes les va a ser difícil ignorar esto. Es una demostración de clase fumona pocas veces vista”. El músico Orge, referente como ninguno de la militancia por la legalización de la marihuana, a su lado señala: “Es muy positivo que la gente haya venido a manifestarse por su derecho a utilizar una planta ancestral. No somos ni criminales ni enfermos”. Yanina R. (19, estudiante de psicología) vino con su novio desde La Plata: “Vine porque fumo desde los 16 y no creo que la prohibición sea la manera de abordar el tema de las drogas”. A unos metros, entre artesanos que venden collarcitos, remeras alusivas a la plantita estrella y pipas –cómo no–, Eduardo A. (50), uno de los pocos canosos presentes, dice: “Fumar no es un crimen. El porro está prohibido porque se les ocurrió a los yanquis, es una política imperialista”. Valeria E. (27), estudiante de comunicación de Lanús, escucha a Eduardo, asiente y añade: “Ya lo decía Foucault: la ley expulsa a lo distinto”. Dato insólito: bajo un árbol, con una expresión radiante como si hubiera encontrado su lugar en el mundo, el periodista Guillermo Cherasny, que varias veces propuso en sus plataformas como candidato (participó en varias campañas porteñas) la legalización de las drogas prohibidas, observaba cómplice a la multitud. A la hora de responder por qué creen que la marihuana sigue prohibida, la coincidencia entre todos los consultados por este diario es absoluta: “Porque es negocio”. “Salir a comprar acarrea riesgos”. Leo, tiene 38 años y cultiva su marihuana y opina: “Salir a comprar marihuana acarrea muchos riesgos, como tener que ir a la villa donde te pueden robar o golpear o ir a la esquina a pagarles a unos transas de terror. Antes de cultivar mis propias plantitas, como no me gustaba nada atravesar esos momentos, compraba bastante cantidad, lo cual era peligroso si me detenían. Al tener tu cultivo pasan muchas cosas. La más importante es la relación estrecha con la planta. Empezás a tomártelo como un hobbie. Por la prohibición tenés que colocarla antinaturalmente adentro de un placard o del CPU de la computadora. Es un absurdo prohibir la naturaleza, pero lamentablemente eso es lo que pasa. La gente tiene que tomar conciencia de que la marihuana es una planta, y no cualquiera sino una de las más antiguas del mundo, que ya se plantaba en los jardines de China hace siglos. La mejor campaña es informar a los consumidores que cada vez que descartan una semilla están tirando una planta. No puede ser que en el botánico no haya ni una planta de María”.
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