martes, 7 de junio de 2011

El difícil oficio de ser periodista.

Ser periodista en la Argentina de 2011 implica un ejercicio adicional a nuestro trabajo profesional. Un ejercicio que significa no caer en un juego donde las polarizaciones están a la orden del día. Donde las disputas llevan a una enorme dispersión entre los hechos y lo que se cuenta de ellos, de acuerdo a los intereses -de todo tipo- que reinan en los medios de comunicación. Significa también evitar caer en una lógica de amigos-enemigos o de blancos y negros, cuando la realidad nos demuestra todo el tiempo que las cosas son un poco más complejas que eso. Esos procesos de polarización han hecho que desparezcan muchos matices, algo que es tan necesario como enriquecedor. En la estridencia de esas disputas, aquellos que quieren hacer su trabajo respetando los parámetros más profesionales de la labor periodística, son invisibilizados. Y así, con ellos, también se vuelve invisible buena parte de la verdad y se cargan de silencio aquellas voces que no entran en las visiones maniqueas de la realidad. Por Gabriel Michi (*)

En ese escenario, se estigmatiza a los periodistas de acuerdo al medio en el que trabajan. Se los ubica en uno u otro lado. Y, muchas veces, hasta se los condena por ese prejuicio. Pero hasta los propios periodistas se ven arrastrados -con mayor o menor responsabilidad- a esa lógica, generando dudas o sospechas sobre sus colegas. Y, se sabe, eso daña la credibilidad, principal valor de nuestro trabajo y vínculo central de la relación que mantenemos con la sociedad.

Ser periodista en esta Argentina de 2011 significa, entonces, poder recuperar ese contrato de lectura que debemos mantener con nuestra audiencia. Asumir el compromiso social que representa ser el vehículo por el que la información llega a los ciudadanos. Saber que es imposible la objetividad periodística pero que debemos ser honestos a la hora de abordar la información y, a su vez, ser transparentes para que el lector/oyente/televidente pueda conocer desde dónde se dice lo que se dice. Separar la información de la opinión. Y no mirar para otro lado cuando la información se empecina en demostrarnos que estamos equivocados.

La labor del periodista está sumergida en un maremoto de presiones e intereses de todo tipo. Y el hecho de ser simples empleados de empresas –públicas o privadas- coloca a los periodistas en una situación de enorme debilidad frente a los poderes en pugna. Por eso, por la defensa imprescindible que debemos hacer del trabajo y la dignidad del periodista, es que desde el Foro de Periodismo Argentino (Fopea) queremos que en el país exista una ley que proteja la Libertad de Conciencia de los profesionales de la prensa. Una ley por la que los periodistas puedan decir que NO cuando se los pretende utilizar para desinformar o traficar intereses disfrazados de información a través de los medios.

Sin embargo, esa realidad no es la única que afecta al trabajo del periodista. La precarización laboral es una de las caras más duras con las que se enfrenta el trabajador de prensa en su vida cotidiana. Precarización que no suele distinguir ideologías o geografías: se extiende con fuerza por toda la Argentina y se propaga con más desparpajo en el interior del Interior del país. Esa situación no sólo condiciona la vida del periodista sino que también afecta la calidad de la información que se brinda al público.

En ese punto, hay muchos medios que suelen tener un doble discurso sobre la responsabilidad social que deben tener otros actores sociales (sean de la esfera pública o privada) pero ellos mismos no ejercen esos valores hacia adentro de su propio mundo. Es decir, los medios tienen una doble responsabilidad social: la que brindan hacia afuera -cumpliendo su rol informativo frente a la audiencia- y la que detentan hacia adentro -cumpliendo con todas las normas laborales, previsionales, profesionales con sus empleados-. Y, muchas veces, no cumplen con una o con otra, o con ambas.

Es responsabilidad de los medios volver a pensar qué rol quieren afrontar frente a la sociedad y los límites que tienen a la hora de las exigencias que les imponen a sus periodistas. Y es responsabilidad de los periodistas hacer honor a su labor frente a todo lo que la ciudadanía deposita en ellos. Ética, calidad, formación, responsabilidad social, son valores indivisibles de la labor periodística. Y son la sustancia por la que se puede ejercer una libertad de expresión basada en el respeto a los principios democráticos. En el respeto a los ciudadanos que nos dan sentido como periodistas.

Las presiones son muchas, pero no son excusa suficiente para no dar esa pelea. Si asumimos ese desafío entonces podremos decir “Feliz Día del Periodista”.

(*) Presidente del Foro de Periodismo Argentino (Fopea)

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