martes, 12 de abril de 2011

Mil y un lugares para tener sexo.

El lugar donde frecuentemente tenemos sexo -o dónde, cómo y cuándo nos gustaría tenerlo- es otra forma de conocer nuestros verdaderos deseos y el límite de nuestras fantasías.
Aunque a muchos les parezca impensado, hay personas que viven obsesionadas por variar el escenario de sus relaciones sexuales. Para estos fanáticos y tantos otros curiosos llegaron a publicarse libros tales como “101 lugares donde tener sexo antes de morir”. Sus autores, Marsha Normandy y Joseph St. James supieron descubrir todo un mercado hambriento de adrenalina, creatividad e, incluso, ciertas “patologías” severas.
La cama es el sitio más formal y tradicional de encuentro, pero hay todo un ranking de “colchones alternativos” que nos permiten experimentar un cambio y abordar emociones y sensaciones acordes a la calidad y estilo de vida sexual de cada quien.
Así como algunos amantes inocentes creen transgredirlo todo por hacerlo en el auto, en el ascensor o lo vienen planeando hace varios veranos hacerlo en la playa, hay quienes llegan a montar estrategias extremas para pautar encuentros en espacios públicos. Se entrenan, incluso, para escapar justo antes de ser detenidos por las fuerzas de seguridad. En esta práctica “comunitaria” extrema, conocida como dogging , hombres y mujeres anuncian, generalmente vía Internet, día y hora para, al igual que los perros (por eso “dogging” – dog: perro), “cruzarse” en una plaza, cine, museo, baño, etc. En Londres, como en algunos otros países de Europa, se multiplican a diario los adictos al sexo en espacios públicos.
En los últimos años, el sexo virtual se convirtió en un escenario cotidiano sin necesidad de roce. Incluso hay quienes juegan al “sexo en red” pared mediante, de cuarto a cuarto.
No es necesario ser o sentirse exhibicionista para pensarse teniendo sexo en un lugar que no sea la casa o un hotel alojamiento. No porque sí, muchos albergues transitorios despliegan todo un catálogo de cuartos temáticos y no descansan pensando en nuevos estilos y ambientes. Egipto, el Lejano Oeste, Las Mil y una Noches, la Baticueva…
La necesidad más básica suele ser “romper la rutina”. Así es como muchas parejas pasan de la cama al living y de ahí a la cocina o al balcón, después necesitan ir más allá porque se quedaron sin ambientes.
No imaginan cuántas parejas rompieron el “chanchito” y las paredes para sumar un jacuzzi en el baño, aunque pequeño, o en la terracita, más allá del tender . Así como también, quienes, cansados del costo y tiempo que les llevaba prender el fuego, hoy tienen “piñas y otros adornos” donde antes funcionaba la afrodisíaca chimenea.
Hay que reconocer que ciertos “amantes del hogar” merecen una mención especial. Son los que, después de haber invertido en kilos de sales, packs de velitas y frascos de aceite, descubrieron los encantos de hacerlo sobre el lavarropas, aprovechando el estímulo del centrifugado.

Después del templo sagrado del hogar lo que suele aparecer como recurrente es la fantasía de integrar aquellos otros espacios del cotidiano: el súper de la esquina (con o sin el chino), la carnicería, el taller mecánico, el gimnasio y la cama de pilates, el banco o la fuente de la plaza, el ascensor, el garage, el auto, el remise…
¿Y vos, en qué lugar estas pensando?, ¿Hasta dónde llegan tus fantasías?

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